Mi obra es como la labor de un alquimista. Trabajo con elementos hechos en aluminio, los que combino con vidrio, y en ocasiones cobre, para convertirlos en figuras humanas o animales, o máscaras u ojos con el fin de que, más allá del material, transmitan expresividad y magia. A través de este cambio de aspecto le doy una segunda oportunidad al material, como si se tratase de una reencarnación de una tetera en gallina o de una sartén en maletín.

Cada metal que conforma mis piezas se ha visto afectado por diferentes condiciones de la vida: el calor de la leña de un campesino; la humedad del Valle de San Mauricio, en Hualqui, o la comida típica chilena cocinada en su interior. Estas experiencias, este uso, otorgan a los materiales un carácter distintivo: su propia alma.
Para conservar esta "nobleza" cada parte es unida mediante amarras metálicas, hechas a mano, como un bordado, una costura, que requiere destreza e imaginación. Sólo el rigor del trabajo constante me ha permitido ir perfeccionando esta técnica.
Así como los materiales y la técnica escapan al arte clásico, mi obra se va creando de acuerdo mis propios parámetros y lenguaje.